"Agua Viva"
- Olof Alesandersson
- 19 dic 2016
- 2 Min. de lectura
Fuente:http://www.ecohabitar.org/viktor-scvhauberger-rios-de-vida/
En un ensayo publicado en Natural Farming, Viktor cuenta la historia de un viejo agricultor, considerado un excéntrico por todos sus vecinos, pero que nadie podía igualar en la calidad y cantidad de sus cosechas. Un día se encontró con este granjero mientras estaba de pie, delante de un gran barril de madera, removiendo su contenido con una larga cuchara de madera, a la vez que cantaba, dirigiéndose al barril, una escala musical, con tonos que iban desde el falsete hasta el doble grave. Cuando ascendía en la escala, hacía girar la cuchara en sentido contrario a las agujas del reloj, cuando su voz se hacía grave la giraba en el sentido del reloj. Al acercarse a mirar, Viktor vio que el barril estaba lleno de agua clara, a la que el agricultor añadía raudo pequeños trozos de suelo arcilloso, mientras continuaba removiendo. Cuando el agricultor terminó su faena, dejó que todo reposara por un tiempo. Al preguntarle por qué lo hacía, Viktor aprendió que la arcilla mezclada en agua fresca con ácido carbónico, removida en el sentido apropiado, toma un voltaje neutro. Al rociar con esta agua neutralmente cargada un campo recién sembrado, y tras haberse evaporado, se queda una delgada capa de cristales extremadamente finos que llevan una carga negativa. Estos cristales atraen rayos de luz de todas las direcciones y los irradian de nuevo en todas las direcciones. De ahí se forma una fina membrana, de color violeta, que separa la geosfera de la atmósfera, y que actúa como un filtro, permitiendo sólo a los rayos de mayor valor entrar y salir de la tierra. El agricultor se refería a esta membrana como el himen virginal. Por este medio la zona de siembra entre la geosfera y la atmósfera se mantiene a una temperatura prácticamente constante de +4º C, e incluso en la época más seca del año el suelo esta fresco y húmedo. Con esta temperatura la estructura del cultivo encuentra su potencial más alto y, como consecuencia de este sencillo cuidado de la membrana respiratoria de la tierra, se consigue un rendimiento un 30% mayor que si no se considera este aspecto. A este proceso de cuidar la respiración natural de la tierra se le dio el nombre de “el canto de la arcilla”.
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